LA EXISTENCIA DE DIOS
Desde que el hombre tuvo uso de razón, sintió la necesidad de definir y explicar racionalmente al Dios revelado en las Escrituras. Sin embargo, hay un dicho que dice: "Dios definido, Dios finito" o bien, "Dios limitado". Es imposible comprender la naturaleza de Dios en función de moldes o patrones de nuestras ideas o concepciones de la lógica humana. Es como pretender introducir todos los oceános y mares en un vaso.
Los judíos ortodoxos, y los cristianos, no tienen mayor problema en definir al mismo Dios, porque ambos aceptan el Antiguo Testamento de la Biblia como la revelación de Dios. El escritor de la epístola a los hebreos dice claramente: "Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas..." (Hebreos 1:1).
Tanto Agustín, obispo de Hipona y luego Tomás de Aquino, buscaron en la filosofía griega de Platón y Aristóteles razones para poder explicar racionalmente la existencia de Dios. Agustín enuncia que si existe la verdad eterna y perfecta, es necesario que haya una causa proporcionada, igualmente eterna y perfecta capaz de haberla creado. Así, por primera vez, se recurre a la especulación racional para plantear la existencia de Dios.
En la Edad Media, Tomás de Aquino descubrió el mundo filosófico de Aristóteles. Los argumentos de Aristóteles fueron empleados por Tomás de Aquino para desarrollar su concepto del universo, transplantándolo así al terreno cristiano. Los argumentos o tesis de Tomás de Aquino en relación a la existencia de Dios se agrupan en 5 pruebas fundamentales:
1.- Por el Movimiento: Todo lo que se mueve es accionado por otro motor, que ha su vez fue puesto en movimiento por una causa anterior y así sucesivamente. Concluimos que la existencia de una primera energía o motor es lo que llamamos Dios Todopoderoso.
2.- Por las Causas Eficientes: Es similar a la anterior y nos impulsa a aceptar la realidad de una causa inicial, eficiente y muy necesaria, no sólo en la creación de todas las cosas, sino también en su conservación y existencia.
3.- Por la Contingencia de los Seres del Mundo: Los entes humanos son marcadamente contingentes (eventuales), que pueden o no existir, y que no tienen en sí la razón suficiente-aparentemente- de la causa de su existencia. Desde el momento que existen, presuponen la existencia de un ser que existía por sí mismo, causa de los demás seres. Tal es Dios.
4.- Por los Grados de Perfección de los seres: Las criaturas de este mundo constituyen una jerarquía, siendo unos más perfectos y complejos que otros. La verdad, la bondad, el bien o la belleza que existe en ellos, depende del grado de aproximación a la Causa Suprema de la verdad y la perfección, es decir, Dios.
5.- Por el Orden del Mundo: Una cosa no puede armonizar sino por un ordenador. Es decir, el orden y la armonía del mundo y "el universo infinito" no pueden haberse originado por una causa ciega o al azar. Hay, pues, un Ser Supremo que es el ordenador y el Legislador de todo. Estas cinco pruebas se resumen en el principio de la CAUSALIDAD.
A Principios de la Edad Media apareció el filósofo Descartes, conocido también como el filósofo de la duda. Su conocida frase "cogito ergo sum" ("pienso luego soy") demuestra la realidad de su existencia. Descartes asume la existencia de Dios mediante 3 argumentos:
1.- Reconoce que es un ser imperfecto, puesto que hay "más perfección en conocer que en dudar", de aquí deduce que la idea de un ser perfecto, infinito y eterno, no puede partir de él mismo-criatura mortal e imperfecta. Esta idea no puede, por tanto, tener por causa más que un ser cuya realidad sea tanta como las ideas que expresa. Este es precisamente Dios.
2.- Se refiere a la contingencia de su existencia, es decir, necesita una base que justifique y explique su razón de ser en el mundo. Así llega a la conclusión de la causa primera de su existencia: Dios.
3.- Es el argumento ontológico. Si Dios es un Ser perfecto, no puede tener imperfección alguna, y como la existencia es una condición de la perfección, debemos concluir que Dios existe necesariamente. Ya por ser perfecto, es el único que posee garantía de su propia realidad.
En el Siglo XVIII, el filósofo de Koenigsberg, Emmanuel Kant, desarrolló su demostración razonando de esta manera: Si bien el ideal y el objetivo final de la moral es la santidad del ser y la felicidad de él, es necesario y doloroso aceptar la realidad distinta: El ejercicio de ésta no trae aparejada, siempre, la posesión de aquella. Debemos reconocer que el hombre, citando a Kant, no puede en lo que concierne a su felicidad, hacerla por sus propios medios coincidir completamente con sus propios principios prácticos. En ese sentido, se postula también la existencia de una causa de la naturaleza toda, distinta a ésta y que encierra el fundamento de esta conexión. Esto es, de la exacta concordancia entre la felicidad y la moralidad. A ese acuerdo, a esa concordancia entre lo que "debe ser" y lo que "es", a la realización del ideal de santidad y moralidad, Kant le llama Dios.
La Ley de la Biogénesis. Otra de las pruebas de la existencia de dios se refiere al hecho, aceptado por la ciencia, que la vida sólo puede provenir de la vida. Sin embargo, la ciencia no ha podido explicar con satisfacción cómo la vida entró al planeta, y qué es en sí la vida. A los cristianos no les es ningún problema responder a estas interrogantes, pues aceptan que Dios, el Eterno Viviente, es el originador de la vida (Juan 6:57).
La materia y la existencia de Dios. Para mí, la existencia de la materia es la prueba fundamental de la existencia de Dios. Si Dios no existiera, entonces la materia sería eterna, sin principio, y sin creación. ¡Pero la Biblia afirma que Dios creó la materia! (Apocalipsis 4:11; 10:16). ¿Hay forma de demostrar que la materia no es eterna? La respuesta es un rotundo ¡SI! He aquí una:
Se sabe que el uranio radioactivo pesa más que el radio. Su peso atómico es de 238.5, como se puede verificar en cualquier libro de química elemental. Al descomponerse el uranio libera un átomo de helio, con peso atómico de 4. Al repetirse tres veces el proceso, lo que resulta es el radio, pero con un peso atómico de 226.4, aproximadamente. Al degradarse el uranio produce el radio, y el plomo resulta como el elemento final de esta degradación o desintegración del radio. La desintegración del uranio requiere de mucho más tiempo que el radio; éste requiere alrededor de 1,600 años.
La radioactividad prueba que la materia no es eterna, y es que si el uranio no hubiera tenido principio, éste no existiría sino sólo en la forma degradada: el plomo. ¡Pero aún existe el uranio radioactivo, y continúa desintegrándose en plomo! Pero el uranio no es el único elemento radioactivo, sino también el torio y otros más que en un tiempo futuro se desintegrarán también en plomo. La materia, por tanto, tiene un principio, y ese principio está en el Creador Dios.
¿Y qué diremos del Dios de la Biblia? Él se atreve a predecir el futuro con siglos y milenios de anticipación con lujo de detalles. La existencia de Dios se verifica a través de la veracidad de Sus declaraciones proféticas. Sólo el Dios de la Biblia pudo saber lo que les ocurriría a las ciudades de Tiro, Sidón, Edom, Gaza, Ascalón, Asdod, Ecrón, Egipto, Babilonia, Medo -Persia, Gracia, Roma, Jericó, Samaria, Moab, Amón, Canaán, Jerusalén, etc.
Dios y la Biblia: El Dios que podemos conocer por los ejercicios mentales del raciocinio, no será nunca ni la sombra de lo que verdaderamente es Dios. El raciocinio no nos da el conocimiento del carácter y la voluntad de Dios, sino sólo conjeturas e hipótesis falibles de Su Persona. Algunos sostienen que no puede haber pruebas si antes no hay fe. La prueba presupone fe y no puede precederla; y la prueba está en que el que investiga la existencia de Dios es motivado por la fe que en él pueda existir.
Alguien ha dicho: "La prueba es una especie de despliegue de la fe en el ámbito racional". Ahora bien, para ser salvo, el creyente deberá ejercer fe en Dios, y luego aparecerán en su mente, con mayor lucidez, las evidencias racionales de la existencia de Dios.
Kierkgaard, fundador del existencialismo, sostiene que querer racionalizar la fe en el camino de las pruebas a fin de creer, es negarla y destruirla. Karl Barth afirma: "Advertamos que en toda la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, nunca se realiza el menor intento de demostrar (científicamente) la existencia de Dios." Con Dios no se puede experimentar objetivamente en un laboratorio, sino subjetivamente, a través de Su Espíritu Santo que mora en el creyente (Romanos 8:14,16).
La "intuición natural" del hombre lo hace comprender que el complejo universo no pudo aparecer al azar. Pablo nos dice: "Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se los manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las COSAS HECHAS, de modo que NO TIENEN EXCUSA" (Romanos 1:19,20).
En vista de tantas evidencias disponibles de su existencia, sería necio negar Su Personalidad Todopoderosa. David dijo: "Dice el necio en su corazón: No hay Dios, se han corrompido..." (Salmo 14:1). Sólo un necio corrompido tiene la osadía de decir que Dios no existe. Pero, ¿qué más dice la Biblia acerca de los necios? El sabio Salomón dijo: "Mas la boca de los necios hablará sandeces" (Proverbios 15:2). Luego dice: "El pensamiento del necio es pecado..." (Proverbios 24:9). "...Mas el necio anda en tinieblas" (Eclesiastés 2:14).
La terquedad del ateo lo convierte en un majadero, en un palabrero de sandeces, en un pecador y ciego espiritual. Pero el rey David confesó: "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos" (Salmo 19:1). David no fue un necio para negar que alguien sabio e inteligente hizo todo el universo. ¡El fue sensato!
Además, recordemos que el Señor Jesús vino a esta tierra para despejar la incógnita sobre la realidad de Dios. Dice Juan: "A Dios nadie lo ha visto jamás, el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer" (Juan 1:18). El mismo apóstol Pablo fue encomendado a predicar al mundo gentil sobre el Dios desconocido. Dijo Pablo a los atenienses: "Porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual también estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio" (Hechos 17:23).
Sin el conocimiento exacto del Dios verdadero, es imposible que pueda existir una fe sólida y duradera. En este sentido Pablo dice: "Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios." (Romanos 10:17). Por esto, no nos asombramos que en el mundo no exista verdadera fe en Cristo, porque sencillamente desconocen la Palabra de Dios. Mientras los hombres ignoren la Palabra de Dios, y no la lean, jamás adquirirán una fe genuina y bien fundamentada (Lucas 4:4).
En el mundo hay millones de "Tomases" que dicen: "Si no viere en sus manos las señales de los clavos...no creeré". Igual va para con el Padre. Muchos dicen que si no vieran con sus ojos al "Dios Padre", no creerán. Pero Jesús dice: "Bienaventurados los que no vieron y creyeron" (Juan 20:25,29).
Por definición, la fe es la convicción de lo que NO SE VE, pues el escritor del libro de los Hebreos dice: "Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (Hebreos 11:1). La invisibilidad de Dios no tiene sino la razón fundamental de darnos fe, pues al no poderlo ver lo aceptamos por la fe. Si el Eterno se hiciera visible, entonces ya no tendríamos que tener fe en Él. Su existencia se haría patente. Pero la Biblia enseña que la salvación viene por la fe. En consecuencia, Dios seguirá manteniéndose oculto a la vista de sus seguidores hasta cuando Él decida manifestarse personalmente.
Finalmente, Dios permanecerá invisible al ojo humano mientras sus criaturas humanas permanezcan en su "envoltura carnal". Nadie, en su condición mortal puede ni podrá ver a Dios tal como Él es, a menos que antes sea transformado a la semejanza de su Hijo en la resurrección. La razón la da el mismo Dios Eterno a Moisés cuando le dice: "No podrás ver mi rostro; porque no me verá el hombre, y vivirá" (Exodo 33:20).
Jesús dijo que quien le ve a él, ve al Dios Padre (Juan 14). Por supuesto que Cristo no quiso decir que Él era el Padre, pues antes afirmó que nadie había visto a Su Padre (Juan 1:18). Lo que Cristo quiso decir era que el Padre se manifestó EN ÉL. Jesús era la viva imagen del Padre; pues así como Dios ama, el Hijo ama. Las obras de Cristo eran las obras del Padre. El Padre hacía sus obras por medio de Su Hijo. Así que, viendo al Hijo estamos viendo el amor y la sabiduría de Dios el Padre. Esta verdad no es comprendida por millones de personas ateas y agnósticas.